El Descabellado


En uno de los inconstantes e instantáneos momentos de mi azarosa e infortunada vida, logré escapar de la ahogante e impenetrable selva oscura que con su enmarañada vegetación oprimía todo mi ser. Salí a la calle y choqué de a poco con las mundanas callejeridades. Tenía hambre y pedí un chorizo al vino blanco en un carrito que estaba al costado de la avenida 18 de Julio, frente al cine Trocadero. Estaban levantando el pavimento de la principal  calzada. El repiqueteo constante del martillo neumático resquebrajaba mis cócleas y perturbaba impertinentemente la difícil tarea de digerir el sancocho por parte de mis aullantes órganos digestivos . Pese a todo calmé los gruñidos de mi sufriente estomago. Las sombras volvieron a llamar. yo miré para otro lado, ignorándolas. Insisten. 

- ¡ven! ¡ven aquí! - gritan 

Pedí un refresco.

-¡Esto no tiene efervescencia! - le espeté en la cara al dependiente del tugurio rodante, a unos cien decibelios aproximadamente .

Fue entonces, que con el mismo palo con que acababa de amasar las empanadas que pensaba vender pasado mañana, me asestó un potente golpe - a ojos cerrados - descargando así todo el odio concebido gracias a aquella infeliz protesta. La sangre brotó de inmediato de mi boca y nariz completamente deshechas.

- ¡Ya vienen! ¡ya vienen! - exclamé a viva voz, para ser escuchado en los más lejanos confines del universo.

Entonces: el que estaba colocando la marquesina del cine en lo alto de una escalera articulada, cayó al abandonar su puesto, preso del pánico súbito, quien lo estaba sosteniendo hasta ese momento.  Un obrero dejó caer perplejo y presa del terror, un trozo de bituminoso sobre los pies de su compañero y el conductor de la pala mecánica atropelló a un agente de tránsito.

- ¡ Ya vienen ! ¡ Ya vienen ! - continué gritando desaforadamente, al contemplar aterrado, que la negrura amenazante se acercaba más y más. 

Cuatro bagayeros corrieron hacia mí y me sujetaron de pies y manos, tirándome al suelo. También acudió el diariero y varios policías .  Yo continué vociferando y contorsionándome  violentamente. Fue así que comenzaron a golpearme desesperados, frenéticos e impotentes. Intentaban sellarme la boca con sus manos, que retiraron de inmediato por miedo a perder alguna falange a causa de las salvajes dentelladas que propinaba. luego me amordazaron. y torrentes de lágrimas brotaron, queriendo expresar mi desesperación al ver como las voces volvían a escucharse mientras avanzaban hacia mi . 

- ¡Otra vez no! - exclamé como pude . pero ...

Inevitablemente fui preso y arrastrado una vez más hacia el reino insondable y oscuro de las eternas tinieblas - en donde vago perdido - de cuyas profundidades aún yo y muchos seres más pugnamos por emerger algún día .

Ansiamos la luz, la vida, el amor , y la libertad de ser ....

AG/2005 - 8/1/2006 12.05 pm



transcrito el 19 de diciembre de 2005 - 11.15 pm (cuento - ensayo) 


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