CUENTO: LA CASA ABSURDA

Un recluso decidió un día hacerse su casa en la celda, y se la hizo nomás, de a poco, con su living, baño, dormitorio y cocina, era de un sólo ambiente, claro, ¡tengo un loft! alardeaba. Y recibía críticas. Que estaba en la cárcel, que no tenía sentido, que la iba a tener que dejar si salía, y que si no le daban la libertad condicional, tampoco la iba a poder vender, no tenía títulos, ¡no tenía nada! Pero esto no afectaba en absoluto la fe que había puesto en su objetivo, mucho antes de lo que los demás auguraban, terminó su obra. Ahí vivía él. La decoró a su gusto. Pintó, colgó cuadros, tapices, plantas y candelabros de hierro forjado artesanal con velas pigmentadas y perfumadas. Instaló lámparas de pie en el living y dormitorio y un plafón colgante de caña y lino para la cocina. Colocó armarios en el baño y la cocina y un perchero en la pared del dormitorio. Puso una mesita rústica en la salita y sillones de tablas de cajón de feria y almohadones de arpillera. Para dividir los ambientes más íntimos utilizó el mismo material que el de los almohadones para colgar cortinas, hasta para el único ventanuco que traía luz y aire del oriente, y para la semicircular mirilla de la puerta blindada que precedía la insalvable reja que caracterizaba el área de Delincuentes de Alto Riesgo.

Todos los muebles, cortinas, almohadones, tapices y ornamentos fueron hechos a mano por sus colegas durante el horario de Terapia de Taller para Criminales Violentos. Sus vecinos lo contemplaban estupefactos al ver cómo se construía un mundo carente de toda lógica: ¡una vivienda en la cárcel! El de la cuatro está loco, decían. Dice que es su casa. Y lo era en verdad. Su familia no pensaba diferente, y ansiaban su pronta liberación, aunque suponían que no volvería a vivir junto a ellos sin antes pasar una temporada por el Psiquiátrico local debido a su genial idea.

Posteriormente se presentó un cobrador motorizado. "Vengo a cobrar el aviso", dijo. ¡Teléfono para el de la cuatro! ¡Traigan al de la cuatro! ¡Visita para el de la cuatro! Fueron las estrofas del himno que se escuchó durante todo el fin de semana. Que si era de un solo ambiente, que si tenía financiación, que si el piso del living era en desnivel, que si tenía estufa a leña y toda serie de detalles por el estilo le preguntaban una y otra vez. Algunas personas poco instruidas, concurrían despistadamente al lugar indicado en el periódico y al encontrar la numeración en la chapa del Presidiario, pensaban que se trataba de una broma de mal gusto y desearon maldiciones varias para su autor y todos sus ascendientes y descendientes hasta la última generación. Los más crédulos entraban y preguntaban. Una vez salvadas todas las medidas extremas de seguridad dispuestas para éste tipo de confinados, los hacía pasar, les corría las cortinas, les servía café en el living y platicaban sobre el precio, los interesados se disculpaban por la inoportunidad de la visita y por el entrometimiento, debido a que algunos llegaban a la hora del almuerzo y también a la hora del té.

Le suspendieron todas las salidas, incluidas las de las comidas y se lo confinó a ducharse en su propio baño. De todos modos era un tipo muy casero, así que lo soportó sin sufrimiento alguno. Pero a pesar de todos sus esfuerzos y de la rica oferta de interesados, no logró venderlo.

Y llegó por fin el día tan ansiado por todos los reclusos: la visita anual del Inspector de Establecimientos de Reclusión y Rehabilitación Social de Criminales Recuperables. Todos, personal y huéspedes, aguardan éste momento con ansiedad contando las horas. Quién sabe, quizá alguno se gane una Libertad Anticipada, o quizá un traslado a un Penitenciario de mejor nivel. Al llegar a la celda cuatro, su semblante se transfiguró, el director de la cárcel pensó que tal vez se tratase de alguna visión mística, pero no, el número de la celda estaba pintado a mano sobre un azulejo de cerámica con arabescos. La puerta de hierro estaba pintada de color madera y la reja con una pátina dorada, la mirilla estaba anulada por una cortinilla rústica y marrón y más abajo estaba la boca del buzón practicada a soplete en la misma puerta. Debajo de un coqueto alero hecho con media teja había un portero electrónico. Presionó y escuchó, previa melodía, la voz del morador, "¿qué desea?" "Inspección Anual", contestó. "Pase", dijo, al tiempo que se escuchaba la chicharra, "empuje por favor", indicó la voz. Y entró. Platicaron un rato a solas. Afuera, ardiendo en el infierno de la duda, esperaban el Director del Presidiario y el Jefe de Policía. El inspector emergió con cara de satisfacción. El reo lo convenció. Y compró. El otro par quedó de una pieza. El jerarca se quedó a vivir allí y al de la celda cuatro le concedieron la libertad anticipada. Quitó las rejas. Con el producto de la venta, el ahora liberado se compró un penthouse en los aledaños de Bahía de los Peludos, llamada así por la abundancia de ésta especie.

Desde entonces las visitas de psiquiatras y psicólogos se hicieron más frecuentes. Sobre todo al apartamento cuatro. Pero ningún doctor logró conseguir que se lo vendieran. Los demás reclusos imitaron la acción del indultado, volaron de allí las rejas y las puertas blindadas y transformaron así el Establecimiento Penitenciario en un Complejo Habitacional de condición tal que, incluso los guardias y demás personal estaban sumamente orgullosos. Pronto el ex inspector convenció al psiquiatra más confidente, de que invirtiera allí. Algunos de los funcionarios imitaron al psiquiatra. El cartel de afuera fue sustituido por uno que reza:

“VILLA DE LA PRISION“.

Actualmente, la comisaría de ésta jurisdicción está desbordada de llamados de auxilio y denuncias de robo y copamiento por parte de éstos vecinos que debido a haberse deshecho de sus aprisionantes rejas habían quedado todos a merced de de los incorregibles amos de lo ajeno.

Sobre el dintel de las puertas de cada vivienda, habían colgado a voluntad sus propietarios, cartelitos del tipo: "Hogar Dulce Hogar". Pero, gracias al inconveniente antes mencionado, hay muchos que ya están pensando en que es hora de mudarse a otro barrio más seguro...

FIN

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